Compartimos la nota publicada por la Revista Campo Andino & Agroindustria en su sitio el pasado 17 de noviembre.
Recuperamos para esta entrega material que publicamos el verano pasado. Contiene recomendaciones del INTA y del Senasa para manejar el rodeo en condiciones de calor extremo. Volvimos sobre el tema, porque es muy probable que esas condiciones se repitan en la próxima temporada estival, que dará inicio en pocas semanas.
En temporada de altas temperaturas, y ante la posibilidad cierta que se repitan las olas de calor ocurridas el último verano en gran parte del territorio argentino, recuperamos un resumen (que habíamos publicado en su momento) con recomendaciones para prevenir -o al menos minimizar- los efectos del estrés calórico en los animales.
Es un tema que oportunamente abordaron especialistas del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), por un lado, y -por otro- sus pares del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa).
A través de sus respectivas áreas de vinculación con el sector productivo, los organismos técnicos nacionales coincidieron en comunicar sus reportes en los que indican una serie de sugerencias para favorecer el bienestar animal y atenuar pérdidas económicas. Aquí, un resumen de la información surgida de ambas fuentes.
QUÉ ES EL ESTRÉS CALÓRICO
En sentido genérico, el estrés es una respuesta adaptativa que permite a los animales hacer frente a los desafíos ambientales, entre ellos, los cambios de temperatura.
Cuando se superan las condiciones óptimas, el cuerpo intenta adaptarse a la nueva situación ambiental. Pero a temperaturas ambientales más altas, los mecanismos de adaptación no logran eliminar el exceso de calor generado.
De manera que, se denomina estrés calórico, al conjunto de cambios fisiológicos y de comportamiento que se desencadenan en los animales cuando son sometidos a condiciones ambientales que superan su temperatura de confort o zona termoneutral y son incapaces de regular su temperatura interna.
Además de su impacto negativo para el bienestar animal, el estrés por calor puede producir deficiencia alimenticia (por la disminución de la ingesta de comida) y pérdida de peso y de condición corporal.
También puede provocar un deterioro del desempeño y de los índices reproductivos; aumento del riesgo de enfermedades; e incremento de la tasa de mortalidad.
En los planteles lecheros, hay riesgo que disminuya la producción de leche en litros así como el porcentaje de grasa y proteína, junto con un aumento en el recuento de células somáticas.
FACTORES DE RIESGO
Ante situaciones de estrés calórico, los animales dan señales a las cuales hay que estar muy atentos: tienden a reducir la actividad física; aumentar la frecuencia respiratoria; reducir el consumo de alimento; aumentar el consumo de agua; buscar sombra; y aumentar el jadeo y la salivación.
Factores propios del animal -tales como edad, color y largo del pelo- influyen en la susceptibilidad al estrés calórico.
Sobre este punto, el reporte del Senasa recuerda que los animales más perjudicados son los que acumulan más nivel de grasa corporal, y que los animales de pelaje negro y en etapas de terminación son los más susceptibles a sufrir las consecuencias del fenómeno.
El tipo de alimentación también se relaciona con el riesgo de golpe de calor. El pastoreo de pasturas tóxicas como festucas u otras infectadas por hongos productores de ergoalcaloides, así como la administración de raciones hipercalóricas, incrementan el riesgo.
SOMBRA Y AGUA FRESCA
Los técnicos recomiendan entonces proveer espacios de sombra suficientes para todo el rodeo bovino. La sombra de árboles es de las más efectivas. No solo disminuye la radiación, sino que alivia la temperatura del aire por la evaporación desde las hojas.
Cuando la sombra provista sea artificial, debe permitir el movimiento de aire por debajo (a una altura de entre 3 m y 4 m). Cada animal debe disponer de espacio suficiente (de 2 a 4 m²) para evitar el hacinamiento.
Además, es necesario proporcionar agua fresca, limpia y abundante. Un bovino adulto consume diariamente el 7% de su peso vivo en agua. Es conveniente haber realizado un análisis del agua para determinar las concentraciones de sales y prevenir que los animales sean renuentes a consumirla.
Los bebederos deben estar accesibles y cerca de ellos. Es preciso controlar el caudal y la presión en períodos de extremo calor, y asegurar espacio suficiente en los bebederos. Evitar el consumo abrupto de agua, luego de períodos de privación, porque puede desencadenar un cuadro de intoxicación con signos nerviosos.
Por otra parte, se recomienda evitar manejos estresantes. Cuando no sea posible, arrear de manera tranquila, respetando el paso de los animales. Realizar los encierres y trabajos en manga a primera hora de la mañana o última hora de la tarde-noche.
CUIDADO EN LOS CORRALES
En los corrales donde permanezcan los animales tiene que haber agua y alguna fuente de alimento. Es prudente consultar el pronóstico del tiempo antes de programar los manejos de la hacienda; y planificar todas las tareas y preparar los materiales necesarios para minimizar la permanencia de la hacienda en mangas y corrales.
Es conveniente conocer el nivel de infección con hongos productores de ergoalcaloides presente en las pasturas. En el engorde a corral, suministrar entre el 30% y 40% de la ración por la mañana y el resto por la tarde; e incrementar el porcentaje de fibra en la dieta.
Refrescar la hacienda cuando se prevean temperaturas elevadas. Bien temprano a la mañana o durante la noche, utilizando un caudal suficiente para penetrar el pelo. Si se los moja en horas de mucho calor y de manera insuficiente, puede ser contraproducente. También se puede mojar el suelo de los corrales, sin embarrarlos, para minimizar la radiación indirecta.
Contemplar estas medidas contribuirá en mejorar el bienestar animal y redundará en beneficios para toda la cadena pecuaria. Ante cualquier duda, es conveniente consultar con el médico veterinario de confianza.